En la acera de enfrente la ventana muestra una casa ansionsa, que exhibe, llena de orgullo, su elaborado acicalamiento navideño.
Es el primer día del último mes del año, y Papá Noel se cuela en todas las casas, militantes de la navidad o no, colgado de la brisa invernal.
Ruido, gente abrigada, con bolsas, con las manos vacías, con portafolios, caminando, en auto, sola, en grupo o en parejas, haciendo planes vacacionales, de cenas, de posadas, protestando porque el caos toma por asalto a la ciudad siempre que llega Diciembre.
Todo tipo de cosas que pasan allá afuera, la vida que se revuelve inquieta.
Acá adentro, en esta sala de duela antigua y quejumbrosa, una mujer ajena a todo piensa en el que está lejos y suele, a veces, por temporadas, ser su hombre.
Lo extraña, lo imagina, lo huele en la distancia. Su cabeza dispersa salta de la pantalla a la luna llena a las nubes a una que otra estrella que logró colarse entre el smog a la pared, y sólo puede concentrarse para recrearlo en el espacio vacío y recordar cuánto le gusta, cuánto lo desea, cuánto lo quiere a su lado.
Si lo ves por ahí decile que me dijo que besa el aire, ama la ausencia, y sufre la imposibilidad.
Pero que, ante todo y como siempre: es suya.
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1 comentario:
¡¡¡¡Es nuestra!!!
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