Me he vuelto una fanática. Mal.
Desde que tengo tiempo y puedo dedicarme, horas si quiero, a navegar el mundo blog, estoy fascinada.
Vidas, puntos de vista, expresiones, historias. Me los leo de cabo a rabo, aunque me lleve días.
No es que me haya vuelto una antisocial, ni una obsesiva que se encierra porque necesita saber qué pasó después, el mundo de afuera me gusta demasiado. Pero se ha vuelto un hobby de los favoritos, eso está claro.
También me copo mucho con los blogs de mujeres. Las chicas tenemos una manera de narrar: decir/contar/mostrar las cosas que me encanta.
Siempre fui una llorona: las letras, escritas pero sobre todo orales -todo lo que se puede transmitir con los matices de la voz-, las imágenes, el tacto, la música y demases me conmueven a veces creo que de más. Pero nunca pensé que eso me podría pasar a través de una pantalla de computadora... supongo que si ya me pasaba con el cine y, en menor medida, la tele, lo debí de haver visto venir... pero no, igual me fascina.
Quizás sea todo lo heterogéneo que converge y esta sensación que tuve desde chiquita de angustia por sentir que el mundo era tan grande y tan lindo y pasaban tantas cosas y había tanta gente interesante y yo no iba poder llegar a ver más que un ínfimo porcentaje de todo eso.
Y claro, internet acerca, mezcla, crea.
Qué bueno.
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