jueves, 17 de abril de 2008

Yo no sé que me pasa

Soy felíz. Me siento felíz. Y confiada, como en mucho tiempo no me había sentido.

Estoy muy enamorada, soy correspondida, tengo una casa hermosa, totalmente nosotros por todos lados.

Claro, los altibajos de la vida, de todos los días, cosas que me embolan o me hacen enojar. El laburo que no termina de cuajar acá. Pero nada terrible.

Con Quim nos seguimos peleando a los gritos de vez en cuando, pero ni tan terrible, traspieses que las mayoría de las veces hemos podido sortear con humor. Estamos bien. Muy bien.

El tema cuerpo de a poco se va acomodando, salgo a correr todos los días, las formas se van poniendo firmes otra vez, el estómago responde cada vez mejor.

Leo, pienso, escribo.

De apoco me voy sintiendo más segura -no me refiero al físico- y todas esas cosas que antes me daban pánico hoy solo son temorcitos pasajeros. No es que viva en una nube de pedos de repente. Más bien me relajé, y de alguna manera entendí que lo que no puedo controlar, no puedo controlarlo, y listo... y, la verdad, es mucho más divertido así... más libre.

Claro, tampoco soy Robocop, si mañana se va todo al carajo, me voy a morir de tristeza. Pero la vida vuelve a empezar.

Aún así, despierto a mitad de la noche con una sensación espantosa de ansia. Ni angustia, ni miedo, ni sobresalto. Ansia, que recorre el cuerpo de arriba a abajo. Yo, que siempre dormí como lirón. De repente tensa y dando vueltas y no encontrando forma de acomodarme.

Y además lloro. Más de lo habitual, digamos. Todo me conmueve: una escena triste, romántica, violenta, de alguna película que ya he visto. Un comercial -si, un comercial. Algo en la calle. Reacciono al segundo, y el ojito Remy y la sensación de que se me arruga el corazón.

Esperando alguna pista...

y para colmo los sueños, que siempre me dicen tantas cosas, de repente no llegan.

Qué lo parió.

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