viernes, 9 de mayo de 2008

Mi mami es la más linda del mundo



A mí los días de la madre -como el del padre, el niño, la mujer, etecé etecé- me caen mal. Muy mal.

A veces, me llegan a parecer una fachada triste en la que una vez al año todo mundo se acomoda para la foto: en los restaurantes, en tiendas departamentales comprando regalos chotísimos -tu vieja, querido, es mucho más que una planchadora, una lavadora y una surcidora, mucho más que una miradora de televisión plasma milochomil pulgadas, y también mucho más que aguantadora-, o en la casa de la vieja, haciéndola laburar como negra para festejar "su día" -definitivamente mucho más que una cocinera, aunque la rompa con su sazón.

Pero bué. Será la distancia. Porque esta vez, algo bueno le encontré.

Mee sirvió para acordarme que yo, a mi vieja, a pesar de lo difícil que es ser su hija -y para ella ser mi mamá, no cabe la menor duda- la quiero mucho, muchísimo. Y me encargo de hacérselo saber lo más seguido que puedo.

Por que es una maestra, porque se la bancó como poste durante años y porque se la sigue bancando. Porque a pesar de que su vida es, en gran parte, un quilombo, es lindísimo verla hacer todo lo que hace por tanta gente, y las huellas que deja.

Por las charlas entrañables. Por las discusiones desesperantes. Por las carcajadas cuando nos acordamos juntas de aquellas agarradas terribles, por las anécdotas compartidas. Por la lucidez, la sabiduría y el fantástico sentido del humor. Por que, sí, a pesar de que me cuesta reconocerlo y suena a cliché, nadie en el mundo me entiende como ella. Por que si no fuera mi vieja, seguramente sería una de mis mejores amigas (cómo estamos con los lugares comunes...).

Así que aprovechemos este día para acordarnos de por qué a nuestras viejas, a pesar de que a veces queremos ahorcarlas, las queremos tanto, y por qué son tan importantes para nosotras.

Ma, te quiero. Mucho mucho muchísimo muchérrimo. Pienso en vos siempre y estás conmigo a donde voy.

Sos mi mamá preferida.

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