miércoles, 9 de septiembre de 2009

(tardías) Reflexiones de una concha dosmilosa intermitente, o de cómo un par ideas boludas te pueden llevar hasta el fondo

El post de WW, el kilombo que se armó, y la cadena de reflexiones que le siguió (las cuales estaban una más intersante que la otra) me dejaron pensando...

Yo era una dosmilosa intermitente, aunque siempre quise serlo permanentemente: siempre fui muy peluda. Al punto que mi vieja me llevó a depilarme por primera vez cuando tenía 11 años. Tengo una obsesión con no tener pelos que me lleva a sentir un placer inusitado cuando me depilan las piernas, las axilas, el abdomen... el bikini es otra cosa, dolerá como la primera vez hasta que muera creo yo, pero en este caso el placer viene después y hace que las estrellitas, las puteadas murmuradas y los gritos sofocados valgan la pena.

Pero volviendo al tema, no siempre podía estar tan dosmilosa como quería: cuando tenía plata para ir a la depiladora, no tenía tiempo; cuando tenía tiempo, no tenía plata... fue ahí cuando me dí cuenta.

Nena, si laburás como negra todo el día para vivir como querés, y parte de vivir como querés es estar como querés, y no podés ni siquiera ir a la depiladora cuando querés (que en mi caso va más allá de la presencia masculina en mi casa o en mi cama), una de dos: o te estás matando por nada, o necesitás organizar mejor la manera de gastar la plata que ganás.

Y claro, un poco de las dos. Me estaba dejando explotar por insegura, obse y miedosa, y mi administración era bastante... perfeccionable, digamos.

Lo más loco es que no sólo en el laburo: así con todo.

Si era fin de semana y por fin iba a tener tiempo, llegaba el maula, y por estar con el, no iba a la depiladora. Si me pedían que fuera a laburar el sábado, cuando había laburado toda la semana de 9 de la mañana a 12 de la noche, iba. Si una amiga se instalaba en casa o me arrastraba a pelotudear el fin de semana entero y nada más, lo hacía. Si me invitaban a cenar y fiestear en La Condesa y me quedaban los últimos pesos del mes, iba, y me lo gastaba todo.

Y no, no era una opción que hacía simplemente porque me daba fiaca o porque así decidía disfrutar mi tiempo y/o dinero.

Era por miedo: miedo a decir que no, miedo a que al decir que no (a todo, a lo que fuera) me fueran a dejar y cambiar por algo mejor, miedo a perder lo que tenía y quedarme sin nada...

Ah la miércoles... y después dicen que los blogs son una pérdida de tiempo...

No hay comentarios: