martes, 6 de julio de 2010

Boundaries testing... 1, 2, 3...

Anoche lo escuché.

En FB, uno de los tantos amigos en común que tenemos posteó su Ustream: estaba al aire en ese momento. Fue automático.

...o bueno, no tanto: yo, a mí misma, me pongo barreras físicas. Cuando estoy por hacer algo que mi intuición sabe me hará daño, por ejemplo (que yo en el fondo sé que me hará daño), mi cuerpo se activa, de una manera que si fuera un robot habrían lucecitas y alarmas por todos lados. Es muy efímero, por lo que me resulta fácil engañarme y pasar el aviso por alto: un pequeñísimo retorcijón, como si me dieran una pequeña puñetada en la boca del estómago; los hombros que se fruncen, como si alguien los estrujara por una milésima de segundo; un rayo que recorre mi columna y se instala por una cantidad de tiempo tan pequeña que podría resultar imperceptible incluso para mí, en mi coxis, y genera una sensación entre punzante y placentera, como exitante.

Pero el tema es que este aviso no necesariamente me previene de algo negativo. Generalmente me previene también de algo fuerte, cardíado, conmovedor o grande, muy grande. Los momentos cruciales de mi vida, para bien y para mal, estuvieron marcados por alguna de estas sensaciones, o las tres, desde que tengo memoria.

Así que todavía no he aprendido a discernir cuándo tengo que dar el paso y cuándo tengo que salir trinando.

Pero bueno, tan mal no me va. Hasta ahora he sobrevivido, y me la he pasado bastante bien mientras tanto, aún cuando la cosa pasa de gris a black-hole (scary black hole) negro. Quizás por eso no termino de aprender a diferenciar la naturaleza de estos avisos, y me permito ciertas necedades. Además, si no probáramos y estiráramos nuestros propios límites, ¿cómo haríamos para dar el salto?

Total que hice click sobre la dichosita dirección de Ustream.

El tiene un programa de radio. Transmite un par de veces a la semana (honestamente no lo sé), en vivo creo. Mis recuerdos en general de su programa son buenos: nuestros universos musicales son parecidos, y su iPod y biblioteca musical me prodigaron buenos momentos.

Y en efecto, muy buena música. Y esa voz, entre ronquita, cachonda y chisposita que me encantaba, sobre todo cuando me susurraba cochinadas al oído mientras me hacía el amor.

Y nada mal. Nada mal. Interesante, de hecho.

Me sorprendió descubrirme escuchándolo contenta y entretenida, sin desconcentrarme de lo que estaba haciendo ni sentirma mal, angustiada, con dolor de panza o extremadamente melancólica y triste.

Me sorprendió muchísimo escucharme a mí misma comentando divertidísima (hablo mucho sola, sobre todo dialogo con las cosas) los posts que aparecían en el chat de la página: todos de chicas, y varios de ellos totalmente intencionados: un "ayyyy chiquitito!!!!" seguido de risas fue lo que se me escapó cuando veo que, seguido de comentario de nueva/vieja reyna (que lo adora, busca e idolatra permanentemente, lo cual lo convierte en la mujer perfecta del momento) aparece comentario de escucha/futura fan tira calzón y acto seguido aparece mensaje/reclamo de amiga y acto seguido aparece reclamo de presencia y atención de nueva/vieja reyna.

Me dió gracia. Me dió ternura. Eso me pasó. Eso. A mí. Que moría de amor por él, que los últimos años de mi vida los pasé enferma de celos presa de su inseguridad y permanente necesidad de reafirmarse a través de eventos como este, como mínimo y ligerísimo ejemplo.

A mí, que lo dejé justamente porque esta harta de ser una cornuda permanente, real y simbólica, y no tener paz, pero que quedé hecha una piltrafita que no podía hacer otra cosa que pensar en él y sufrir como condenada pensando que en efecto, lo que hizo automáticamente fue correr a los brazos de nueva/vieja reyna sin inmutarse y sin el menor recato, sin siquiera intentar hacer como que intentaba recuperarme o hacer que lo nuestro funcionara.

A mí, que estaba a punto de casarme con él y convertirlo en el padre de mis hijos hasta hace sólo 3 meses, y cuando por fin logré dejarlo me desgarré toda por dentro y no podía pensar en otra cosa.

A mí, que bajé 5 kilos porque no podía comer de lo arrugado que tenía el corazón y todo mi interior.

Séeee... a mí, después de todo ese drama.

Me dió gracia. Me dió ternura. Y me dió... cosita. Miré para atrás y todo tomó tanta perspectiva. Y... lo diré, a riesgo de sonar ardida: me dió penita. Por él, ya no por mí.

No me voy a explayar, lo demás es mío y es privado incluso para este espacio. Y no necesito decirlo, ni decírmelo a mí misma, está claro.

Lo que sí puedo decir: new boundary broken. Otro peso que se cae, otra venda de la momia que se deshace en el aire. También puedo decir: I'm back, y esta vez sí aprendí. Quizá por eso bizcochito al acecho no me quita el sueño, y rebotó como pelotita de hule cuando me llamó el sábado para "ir a cenar" aún sabiendo que era noche de bienvenida a amiga recién llegada de Europa y futura a casarse, y otra de las más queridas llegaba expresamente para tal evento a quedarse en mi casa: ¿qué querías que hiciera, man, que la dejara sola en casa y me fuera con vos? ¿que me fuera a tu casa toda la noche mientras mis amigas se festejaban solas? estarás muy bizcocho, papi, pero there's more to life, get it? ah, men...

Bizcochito al acecho reaparecerá eventualmente. Él, el infame, el innombrable, seguirá viviendo en su mundo de caramelo. Y la vida seguirá, con todo lo bueno y lo malo, pero tan llena de sí misma.

Y yo... yo sonrío, y siento mariposas en la panza porque estoy enamoradísima de la vida misma y de mí, esta vieja/nueva (paradojas de la vida) yo que voy re-descubriendo.

1, 2, 3... probando... neeext!!!

No hay comentarios: