martes, 24 de junio de 2008

Me aburro.

Leo blogs , desmotivada para escribir en el mío. Porqué no lo sé, porque cosas para decir hay muchas, pero nada.

Leo revistas. Leo libros.

Miro un poco de tele pero, otra vez, nada: la tele y yo, muy poca onda, qué poco nos entendemos.

Y rento pelis que voy viendo por goteo (renté la versión norteamericana -aunque aún no me queda claro si es adaptación, remake o simple fraude disfraseited- de "El último beso", originalmente italiana, el jueves y aún nada). Sí vi The Daarjeling Limited: Wes Anderson me cae TAN bien. Pero TAN. Algún día que el bichi se vaya de viaje me voy a organizar uno de esos tan de moda maratones, para mí solita.

La vida parece por momentos activarse acá, pero no, sólo amagues. Mientras tanto el tiempo pasa y el triunfo de que por lo menos las opciones que una se crea y decide llevar adelante salen, funcionan, agarran.

Y bueno, como es de esperarse, o como sería consecuente, pienso. Mucho, permanentemente. Hasta dormida: sopeso situaciones, me debato, imagino escenarios. Por suerte la cosa onírica mucho más felíz, o por lo menos divertida: el bichi, animal nocturno, testigo de mis sueños -que suelen ser bastante expresivos- sorprendido con mis carcajadas y charlas sonámbulas.

No que la de vigilia no sea felíz, tampoco que lo sea, la verdad, pero hay otras cosas... y vamos, que tampoco se trata de tirarse al piso a patalear: esa es una opción poco divertida, poco original, aburrida, y 0% creativa. Mejor tirarse al sarcasmo, la ironía y el pesimismo. Si le sirvió a Ciorán, por qué a mí no.

Igual, pensar me sirve. Hay tantas cosas tomando forma en mi vida en este momento que me sorprende. Si esto es madurar, wow. Es terrible, y cruento. Pero está bueno.

Qué se yo, contradictorio.

Y muchas cosas establecidas por y para lo que parecía ser para siempre toman otro tenor. Me viene a la cabeza una canción de Sara Valenzuela que canto, una y otra vez:


Si me voy… la distancia nos desarmará. Si no voy… nuestra herida sólo se abrirá.

Si me voy… me arrasará el dolor. Si no voy… no descubro mi lugar.

Lloro de día, lloro al mediodía, y otro tanto, cada noche.

Si me voy… tal vez pierda el camino. Si no voy… no encontraré ninguno.

Lloro de día, lloro al mediodía, y otro tanto cada noche.

Respirar, en medio del incendio…

¿Cuanto tiempo llevará volver a construir?



Curioso. Así me sentía hace seis meses. Así me siento ahora.

Antes porque venir era una medida visceral e inminente, necesaria y ansiada. Dolorosa pero TAN esperanzada. Como son las partidas, como son los cambios, como son los nuevos comienzos, supongo.

Ahora, porque el retroceso resulta una medida innegable e inminente: asumida -que no aceptada-, clara. TAN triste. Tan parada ahí, inamovible. Pero ahora respirar en el incendio. Algo que no parecía posible, ni siquiera pensable: esa sensación de desgarre que acompañaba a la idea -increíble- ya no está.

Algunas cosas, simplemente, no son. Qué mas decir.

No hay comentarios: